Perder una hora

Hasta el año 2004, antes de desarrollar el concepto de la suficiencia aplicado a los excesos y a las faltas, y dedicarme a mi actual tarea de life coach – coach de vida – que es ayudar a las personas a que se «den cuenta» como vivir saludablemente en todas las áreas de su vida – mi actividad empresarial diaria durante treinta y seis años seguidos, fue la de ser dueño y administrador de una cadena de establecimientos geriátricos, donde me especialicé en el soporte humano y psicológico de los residentes y sus grupos familiares.

Fue en ese carácter, donde adquirí la mayor experiencia sobre la vida y que ahora aplico en la escuela Internacional de vida saludable que fundé y dirijo. Durante esos 36 años acompañé personalmente a vivir sus últimos momentos de vida, a más de dos mil quinientos ancianos que habían vivido muchos años en los lugares que yo administraba.

 

Esto que te voy a relatar no lo leí en ningún lado, no me lo contaron, ni es producto de mi imaginación. Esto que te voy a relatar yo lo viví personalmente cientos y cientos de veces. Es una experiencia vivencial propia, que te la cuento para que tú puedas reflexionar:

 

El pedido común – cada uno con sus propias palabras – de la mayoría de las personas que llegaban lúcidas a los últimos momentos de su vida era: «Dios, doy todo lo que tengo, pero por favor dame una hora más de vida para estar con mis hijos, mi familia, mis amigos y mis seres queridos.

 

Tres frases para reflexionar:

«No puedo tener agujereados los bolsillos de mi vida e ir perdiendo el tiempo, sin darme cuenta de que Dios me lo regala todos los días para vivirlos de la mejor manera posible«. Richard Frenkel

«Tú tienes el valor de la hora y el valor del ahora. ¡Utilízalo ya…ahora! No esperes a que sea tarde para dar todo lo que tengas… para vivir solamente una hora más”. Richard Frenkel

“Si Dios te regala 24 horas del día cada día de tú vida para que las vivas plenamente en tú vida. ¡No mates a tú tiempo! No te transformes en una persona asesina diaria del regalo de Dios». Richard Frenkel

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